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Imagen tomada de: daupara.org
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Para aquellos que ven este día
como necesario para tratar de desempolvar la huella podrida que algunos
añadieron a la que se llama actualmente América Latina, reconociendo la
multiculturalidad de este territorio tal vez no se equivoquen con una sola
cosa, la huella podrida.
En el quinto centenario de la
llegada de los europeos al continente en ese día fatídico de la destrucción
cultural de los aborígenes, Germán Arciniegas quien se encargaría de la presentación Colombiana para la fiesta, quiso
revelar lo que en verdad ocurrió con esta tierra, no obstante fue expulsado
siendo director de la comisión. Y la cínica condición en que se halla estos
reconocimientos, dan agradecimiento a los que destruyeron de manera absurda lo
que se había construido siglos atrás.
Es necesario abrir los ojos que
están encerrados en muros de acero reforzado por las ideas occidentales como
supuesta sociedad superior. No se pueden seguir imitando sociedades que no
tienen nada que ver con el contexto colombiano. En estos momentos, muchos alzan
la voz al aire dando gracias por una imposición de más de quinientos años, como
si fuese correcto afirmar que lo que hicieron los metales forzados y las armas
empapadas de la sangre americana es lo que se debe agradecer. Es preciso
observar las múltiples baluartes de extrajeron que se encuentran en nuestro
alrededor ¿En verdad merecen el espacio que se les concedió? No es más un
recuerdo de la cultura que se encadenó a la actual sociedad, es menos de lo que
la memoria debería recordar.
El día de la raza sigue siendo el
encubrimiento de una cultura, la sumisión de millones de personas, porque no se
puede reconocer y alabar a los diversos países europeos que contribuyeron a
imposibilitar el crecimiento tecnológico, social, político, cultural y demás de
los nativos que vieron empobrecido su pueblo con la mezcla con los españoles
(En nuestro caso particular).
La enaltecida modernidad entró
como intruso que absorbió lo que vio le convenía de los pueblos aborígenes,
apartando aquello que no le importaba. Lo que ocurre hoy con los países
latinoamericanos que envían sus frutos de las caricias de la tierra al desierto
que es ahora Europa con crisis de identidad y de alimentos, con sociedades en
aprietos que se sienten al borde del caos, como ejemplo la actual España y “la
maravillosa” sociedad francesa.
Recordar a los caídos, a los que
alguna vez pisaron y combatieron la tierra que está debajo de nuestros pies, la
tierra que labraban con su sangre y sudor, con el sentimiento y respeto que no
hemos tenido nosotros, dejando que ajenos la absorban para llevarse los
recursos en lejano desierto que son sus países. Es hora de despertar. El día de
la raza como el día del reconocimiento de los latinos como sujetos que deben
labrar su camino y no imitar el de otros conmemorando las culturas derrumbadas
con las manos atadas con perplejo asombro. Recordar que se tiene una cultura
propia, original, inmarchitable ante el invierno hostigo que quiere dejarla en
el olvido.
Alysom
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