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3 may 2012

ANDRÉS CAICEDO, TREINTA Y CINCO AÑOS DE MUERTO, PERO ¡QUE VIVA LA MÚSICA!




“Tú, no te preocupes. Muérete antes que tus padres para librarlos de la espantosa visión de tu vejez. Y encuéntrame allí donde todo es gris y no se sufre.
Somos muchas. Incomunica el dato.”

¡Qué viva la música!

Su muerte parece ser su obra, el día en que recibió la primera edición de la novela ¡Qué viva la Música! en el año de 1977 publicada por Colcultura, se suicidó.

Sin duda él es la inspiración de la juventud actual, ¿No era una burbuja aquel encierro que encaminó a su muerte? Porque fue el hecho de estar dentro de la concepción social aquello que lo hizo caer en el abismo del espanto (“Vivir más de veinticinco es una insensatez” dijo él), a del miedo a la vejez. Tal vez por ello se basó en lo cotidiano de la vida de los jóvenes, eso que representaba a las costumbres fortuitas de la ciudad de Cali, de la salsa y las fiestas sin fin.

Las lecturas de Edgar Allan Poe y Howard Phillips Lovecraft son la evidente marca de un grotesco y macabro movimiento literario de Caicedo, son más bien los momentos del tiempo de la revolución cubana y la reacción de Estados Unidos lo que llevó a Caicedo a denigrar a la Burguesía en sus libros; fue la Salsa, que sonaba en los barrios populares de Cali, la que dio insumo al ritmo de la literatura caicediana. Contando además la modernización de la ciudad y las acciones de revolución de estudiantes argentinos que avivaron el ímpetu de sus escritos; todo esto junto a la violencia, la droga, la locura, el amor, la sexualidad y demás representaciones de la Cali de su época, la insensatez de su pueblo lo hizo escribir demencias sobre él, sobre lo que para él era Cali, Calicalabozo.

“Hay gente que puede ser poeta y bailarín al mismo tiempo. Pero yo no puedo, yo soy un hombre melancólico”  
Andrés Caicedo
¿No eran Angelitos empantanados muchos de los habitantes de Cali? Angelitos que querían o creían vivir en paz y aleteaban por la ciudad sin preocupaciones, uno de ellos era Andrés, o quiso ser, no obstante la amarga realidad que circundó por su entorno más próximo comenzó agujerear aquella burbuja que lo protegía, mostrando la cruda situación en la que se encontraba.

Sin embargo llegó el cine, era la propuesta de Caicedo, incluso viajó a la ciudad de Nueva York para realizar un largometraje, no quería quedarse en las palabras escritas, deseaba mostrar la verdadera Cali (la de los imaginarios de los textos) que imponía una huella fehaciente en su vida. Pero al fracasar, se devolvió a su natal paraje. Fundó el Cine Club de Cali. No olvidemos que desde chico comenzó a incursionar en el teatro, con obras en su colegio y luego con guiones teatrales que unió junto al cine.

Aquellos que quieran ver los manuscritos inéditos de los cuentos, novelas, guiones para teatro y otros objetos y curiosidades de este caleño, lo pueden hacer en la Biblioteca Luis Ángel Arango en la sala de Audiovisuales con la exposición con título “Andrés Caicedo: morir y dejar obra”, la entrada es libre y se hallará allí hasta el día 30 de Mayo del presente año.

Esta exposición, fue posible gracias a los elementos personales que la madre de Luis Andrés Caicedo Estela prestó a la biblioteca, ubicada en la Calle 11 Nº 4-14, Barrio la Candelaria en la ciudad de Bogotá.

Pese al poco material que se halla en la sala de audiovisuales, no son para nada despreciables los dos salones que se adecuaron para su exhibición, donde se pueden hallar elementos valiosos del caleño que lamentablemente solo pudo alcanzar a ser escritor literario y guionista. En ella se exhiben, además de lo mencionado, los libros de las diversas editoriales que publicaron sus obras (La mayoría después de muerto); afiches que aparecen en ¡Qué viva la Música!, en tamaño real y enmarcados, por supuesto la reseña de su vida y obra. Pero ello no es lo más interesante que se puede hallar en este lugar si contamos la máquina de escribir  que utilizaba Andrés para maniobrar en el arte literario y guiones de teatro y cine.

Ante todo, Caicedo (Nacido el 29 de Septiembre de 1951) fue la inspiración de muchos jóvenes y artistas literarios después de su muerte, como Manuel Giraldo, Rafael Chaparro Madiedo y actualmente Efraím Medina. De este último queremos tomar una frase de su libro, adecuándola al momento, erase una vez Andrés Caicedo pero la sociedad tuvo que matarlo, es quizás ella la asesina del suicida, porque la burbuja que lo protegía se reventó sin dar el menor aviso, dejando a este sujeto desprotegido y moribundo. Ahora, treinta y cinco años después, suena su melodioso y pegajoso ritmo en la cabeza de quienes lo leen: “Somos la nota melosa que gimió el violín” dijo alguna vez, sin embargo su recuerdo asegura que el violín sigue tocando esa nota, ¡Que viva la música!

Artículo e Imágenes por:Edison González Lemus

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