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25 mar 2012

OTRA HISTORIA DEL REY MIDAS


OTRA HISTORIA DEL REY MIDAS 

Nosotros tenemos un propósito, no sólo el que se encuentra vivo sino también el muerto; pero aquel que está en movimiento y se rige a base de proteínas, lo cumplirá, así sea en su último momento de vida, incluso se puede decir que muere porque su misión ha sido cumplida. La cuestión es, afortunado aquel que descubre su propósito antes de tiempo o desafortunado si se deja absorber por él.

Midas caminaba por las calles de una ciudad con agitación contaste observando a las personas movilizarse en su desesperada existencia, donde las acciones se sistematizan, en las cuales los sujetos se sujetan, vida consumida, por sus presuroso paso y su rostro triste. Ropa con accesorios que se asemejan entre sí, oposición a ello, el pensamiento es diferente. Iguales pero diferentes.

Midas analizaba atentamente a cada uno de forma sigilosa y sin levantar sospecha, con ojos más muertos que vivos. Analizar, es una palabra que implica demasiadas cosas, pero para las acciones de Midas era necesaria, no le faltaba detalle alguno. Hasta que en un momento en el cual miraba a una pareja darse un beso que más parecía una apariencia de sentimientos y un deseo carnal, un mendigo le colocó su mano sobre el hombre y le dijo:

-          Una moneda para vivir
-          ¿Es que necesitas una moneda para vivir? –Observó Midas-
-          Sí –Mencionó el vagabundo –
-          ¿Sientes en estos momentos dolor, cansancio, alegría? –Interrogó él-
-          Sí, dolor y cansancio –Dijo secamente el sujeto-
-          ¿Entonces dices estar muerto sintiendo dolor físico? –Manifestó Midas-
-          No, ¿me va a dar la moneda?
-          ¿Estás vivo y dices necesitar una moneda para vivir? Espera…

Midas se sentó en el suelo y ofreció puesto a su acompañante que le siguió después de él.
-          ¿Quieres riquezas?
-          Sí –Se entusiasmó el mendigo-
-          Entonces te enriquecí hombre –Sonrió Midas-
-          Pero no me ha dado nada –Refunfuñó el personaje-
-          Sí, te dije que vives, eso es demasiado valioso…
-          Necesito dinero –Casi gritó él-
-          Bien… -Suspiró Midas-

Midas convirtió una botella de plástico que el mendigo tenía en la mano en oro, mientras este estupefacto cogió ahora el pesado objeto en sus manos.
-          ¿Es suficiente o quieres más?
-          Para mis hijos… -Miró la botella en sus manos sucias y gruesas-

Midas convirtió en oro un trapo algo salido del bolsillo que tenía el vagabundo, y que ahora pasó a pertenecer a sus manos

-          ¿Más? –Dijo Midas-
-          Deberías… -Mencionó él, dando a conocer su avaricia-
-          El oro es una carga pesada –Recalcó Midas-
-          Yo puedo cargarlo, soy fuerte aunque no lo creas, porque pese a mi condición jamás me he dejado vencer por las adversidades de los nuevos tiempos –Rezongó éste-

Otro suspiro hizo de Midas aún más triste de lo que era, sin embargo, convirtió su ropa en oro, lo cual hizo quedar en el suelo al sujeto sin poder casi moverse por el peso.

-          Así que puedes convertir lo que tocas en oro, parece absurdo en esta época pero…
-          ¿Cómo? –Casi grita Midas- ¿Deseas más de esto?
Lo observó con detenimiento, sus ojos brillaban de forma extraña, su rostro quiso dibujar una sonrisa de complicidad, que ocultó al instante, pero era culpable del delito, Midas, convirtiéndose en juez, con el mazo de la verdad mencionó su veredicto.

-          ¿Cuál es tu residencia?
-          Calle Mason, 1 Estibenson B –Dijo algo desconcertado el mendigo-
-          Lo comprendo.

Tocó casi de un santiamén con su índice izquierdo la frente sucia de este hombre, sucia tal vez por dentro y por fuera como la fruta podrida, que a veces engaña con su belleza superficial pero que por dentro decepciona con su sabor desastroso, que de forma inmediata se convirtió el en metal dorado de peso maligno.

-          Te llevaré a tu casa –Dijo Midas a lo último, hablando ya con una estatua y cerrando los ojos con símbolo de derrota-
Continuará…Edison González

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