El cáncer, sin duda, es una de las enfermedades más comunes en nuestra sociedad. Lamentablemente, la gran mayoría – si no todos- tenemos un conocido, amigo o familiar que padece esta enfermedad y por tanto es fácil conocer que la lucha en contra de esta enfermedad es compleja, desgastante y cargada de dolor.
Siendo tan común esta enfermedad ¿Cómo convivir con ella?, con ello se alude a la coloquial frase “yo soy quien lleva la enfermedad no ella me lleva a mi” y es que la sola palabra cáncer conlleva un poderoso estigma en las relaciones sociales.
La respuesta al interrogante formulado no es precisa, ya que es relativa, depende del cáncer que se viva. Éste se puede desarrollar en cualquier parte del cuerpo, razón por la cual hace que cada vivencia y desarrollo de la misma sea diferente.
Lo que no difiere, sea cual sea el lugar donde se encuentre, es que sólo hay dos caminos a seguir hacia la “cura”: la quimioterapia y la radioterapia (Bueno, ahora la medicina alternativa ayuda mucho haciendo que puede existir otro camino por seguir). Y esto puede llevarnos a pensar que “es más dura la medicina que la enfermedad”, ya que ésta hace desgastante el diario vivir: así llegamos a los estigmas.
Sea cual sea la razón o la causa de padecer cáncer, el “por qué llegó esta enfermedad a mi vida y a la de mi familia”, se debe afrontar, sabiendo que desde ese momento se va a estar sujeto(a) a una serie de cambios físicos y emocionales; sin olvidar los constantes interrogantes relativos a ello: ¿Qué será de mi familia?, ¿Qué será de mi?, ¿Cómo trabajar así?
A veces culpamos desde la familia hasta el gobierno por padecer algo que sucedió al interior de nuestro cuerpo. Por eso quiero decirle a los lectores que la vida está llena de cambios, la filosofía habla de cambios, se habla en la actualidad de constantes cambios, pero de lo que no hablamos, ni nos hablan, es de los cambios individuales forzados por una enfermedad. Es por eso que quien tiene una enfermedad, sea cáncer o cualquier otra de alta gravedad, se convierte en una persona única, ya que es un ser humano cargado de una palabra de alegría hecha de dolor en carne viva. Un ser humano que respira optimismo mezclado con fragilidad, con un itinerario variado en su diario vivir. Un ser humano que debe buscar un equilibrio entre la dimensión física, emocional, intelectual y espiritual de su vida.
Por eso invito a quienes padecen esta enfermedad a que aprendan a conocerse en todas las dimensiones físicas. Se podrán ver con el pelo liso o con el pelo crespo (cuando por la quimioterapia se te cae el cabello), también podrás bajar mucho de peso o por el contario subirlo, conocerás colores nuevos en tu piel. Pero puedes demostrar que aunque el desaliento esté a la orden del día en tu cuerpo, brindas a los demás esperanza y optimismo (eso solo lo hace un guerrero de verdad).Y así como en los libros de historia se encuentran las vivencias de grandes guerreros que trasformaron el curso de la historia, igual pasa en los libros de medicina y de psicología. Por eso les invito a impregnarse de las vivencias de otros, esas vivencias de muchas personas que han padecido cáncer y que con inteligencia han manejado la enfermedad, mirándola con realismo, llegando al punto de transformarla en una apasionante y vital experiencia.
Por todo lo anterior, esos guerreros que en su día a día luchan en contra del cáncer, son quienes con sus vivencias transforman el curso de la vida de millones de personas. Son guerreros, como tú y como yo, que hemos padecido y perdido personas a causa del cáncer, que la entendemos como una experiencia cuyos elegidos para vivirla somos pocos, que la afrontamos y combatimos como unos verdaderos guerreros. Recuérdese, por tanto, cómo aquellos grandes luchadores que dieron ejemplo a seguir en la guerra, ya no nos acompañan, pues murieron en ella.
Valeria Montejo Gómez
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